Hablemos de Juego II
NOTA DE TAPA
“Cuando un chico está
en una playa con su
baldecito en la arena,
a las doce del mediodía, cerca
del agua, al rayo del sol, pasan
cientos de personas alrededor…
Él pierde la noción de espacio
y tiempo. Paralelamente se observa
cómo otros nenes le dicen:
‘¿Te puedo traer agua? ¿Puedo
jugar con vos?’. Es que el juego
es un imán. Tiene un potencial
educativo impresionante que no
se explota”.
Con este ejemplo, la investigadora
Inés Moreno habla de la
provocación que desata el juego,
e indica que su vínculo con
la escuela es central. “Estamos
ante la herramienta más completa
para integrar lo cognitivo con
lo procedimental y lo activo”,
explica desde su estudio, institución
pionera en la utilización
del juego y la creatividad para el
desarrollo humano y la innovación.
Moreno relata que pasaron
cuarenta años desde la realiza-
UN IMÁN PODEROSO
“La actitud lúdica es un problema del adulto, que dé permiso y se dé
permiso para que haya juego”, señala Inés Moreno. La especialista en
didáctica es pionera desde los años setenta, cuando planteó la necesidad
de incorporar el juego en las escuelas. Entonces, no se podía ver el alcance
de esta herramienta tan valiosa, capaz de integrar el pensar, el sentir y el
hacer en los aprendizajes.
ción del congreso para educadores
en la localidad cordobesa de
Villa Giardino, en donde planteó
por primera vez la necesidad de
avanzar en esta área tan particular
de la enseñanza.
Fue maestra jardinera y directora
de algunos colegios. Ese
trabajo le permitió introducir
algunos cambios metodológicos
en lo referido a su especialidad,
la didáctica. Hasta llegó a sacar
los recreos en un colegio que dirigió
en Villa Devoto. “Recuerdo
Por Verónica Pando
Foto: Pixabay
Los adultos juegan como niños en el Estudio Inés Moreno.
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haber aplicado técnicas más activas,
no convencionales. Y obviamente
los primeros que tenían
dificultades eran los docentes,
porque cuando los chicos se involucraban
en una actividad, no
querían los recreos, no los reclamaban”.
Sin embargo, el cambio
en aquella institución fue profundo.
En la charla que mantuvo
con Consudec, señaló que “los
docentes miraban a los alumnos
más grandes de la escuela primaria,
jugando con números o
midiendo las baldosas del patio,
tan concentrados, que pronto comenzaron
a entusiasmarse ellos
también”.
–¿Cuál es el panorama que observa
en los colegios o los institutos
de formación docente,
tienen noción del potencial del
juego o está desaprovechado?
–Desde hace años podría decir
que evolucionamos en muchos
aspectos. Pero como todo proceso
hay paradigmas que están
coexistiendo en el avance e incorporación
del juego dentro
de la educación formal. Y a la
vez, como hoy el juego está tan
difundido, muchas personas lo
utilizan y no están preparadas
para hacerlo. Doy un ejemplo
para que se entienda mejor: una
escuela secundaria me contrató
para incorporar el juego como
herramienta didáctica, entonces,
el primer paso es capacitar
a los docentes. El proceso dura
un año, y cuando comienzo la
tarea, en el segundo o tercer encuentro,
a pesar de haber sido
muy clara en decir que todavía
no experimenten con las técnicas,
una docente me dijo: “A
mí me fue mal con el juego”. Y
relató que aplicó en un curso de
chicos de catorce o quince años
un juego de simulación de balsa.
Pero no reparó en que para aplicar
un juego de simulación hay
muchísimos aspectos que tener
en cuenta: la ambientación, las
condiciones, el entrenamiento de
quien conduce para saber cómo
llevar adelante el juego, cuándo
cortarlo o no, qué dispositivos
lo acompañan, sus materiales, el
tono de voz, la música… es decir,
un montón de elementos. No
alcanza con comprarse el librito
y creer que con eso es suficiente.
Entonces, ¿qué sucedió? Lo
relata la docente y es muy clara:
los chicos se subieron a la balsa,
y entonces el líder más negativo
empezó a tirar a la supuesta agua
al resto del grupo. Entonces le
pregunté qué había hecho frente
a eso. “Lo corté”, me contestó.
Porque advirtió que se estaba
repitiendo lo que sucedía en la
clase. Bueno, justamente lo que
no había que hacer era cortar el
juego, sino dejar que siguiera
la experiencia, y que los demás
pudieran sentir que se estaban
ahogando porque el líder los
tiró al agua. Y a la vez, cuando
el líder llega solo a la isla, siente
soledad, porque llegó sin sus
compañeros. El juego es una herramienta
que incluye un antes,
un durante, y un después. El rescate
del juego se vincula con los
objetivos que uno está buscando.
Ella esperaba que mágicamente
el juego le diera una llave milagrosa.
Cuando en realidad esta
herramienta, bien utilizada, es
un medio para producir. Un darse
cuenta adentro, para después
vincularlo con lo de todos los
días. Porque si el líder en la isla
reconoce que solo se aburre, entonces
uno puede concluir que
su liderazgo no es tan positivo.
–¿El juego se ha popularizado?
–Si. Se ha vuelto no solo una
cosa de niños, porque hoy se dan
capacitaciones en empresas, y
hasta en el Pentágono, con los
militares. El juego se ha introducido
en la sociedad porque es
quizás la herramienta más completa
a la hora de integrar lo cognitivo
con lo procedimental y lo
Como hoy el juego está tan difundido,
muchas personas lo utilizan y no están
preparadas para hacerlo.
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activo. Mi especialidad es la didáctica,
y creo en una clase magistral
bien dada, en la que por
supuesto te podés llevar muchas
cosas… Pero una clase magistral
no logra en el campo actitudinal
lo que logra un juego bien hecho
en todo lo que es integración del
pensar, el sentir y el hacer. Por
eso el docente tiene que estar
muy entrenado en cómo conducirlo
y trasladar a los contenidos.
–En los adultos, puntualmente
en los docentes, ¿se conserva
una actitud lúdica frente a la
vida?
–El homo ludens es anterior al
homo sapiens. Gracias al homo
ludens, el hombre se puso a jugar
con dos piedritas y apareció
el fuego que nos permitió
conquistar seguridad y cocinar,
cambiar la alimentación… Uno
diría que se produjo por el juego,
no con la intencionalidad de
provocar una nueva alimentación
o posibilidades de abrigo.
Entonces, el hombre juega antes
de su desarrollo pleno y cognitivo.
Tanto es así que algunas hipótesis
hablan de que en el cerebro
rectilíneo se encuentra esta
capacidad. De pronto, cuando
ves jugar a un chico o a un
adulto aparecen conductas que
contienen, pero están tapadas.
Porque la cultura, el estudio, la
educación, van armando como
capas de cebolla que hay que
desandar para volver al jugador
que tenemos adentro. Y no es
suficiente que un docente o un
directivo se pare y diga: “Niños,
¡a jugar!”. Tiene que haber una
actitud lúdica.
–En una entrevista te oí decir
que la rutina y la educación que
recibimos bloquea la capacidad
de jugar, o de preguntar…
–Es así. La pregunta es una de
las características de lo lúdico
que debería estar en el pensamiento
crítico. Uno quiere que
el alumno aprenda a pensar y
no le permite preguntar… Esa
capacidad que aparece a los cuatro
años, el ¿por qué? Entonces
el adulto dice: “Basta, nene, no
preguntes”. También el alumno
que pregunta es mal considerado,
porque entonces no sabe, y
lo calificamos. O cualificamos.
Cuando en realidad la pregunta
debería estar a flor de piel porque
es el hambre de conocer, de
jugar con esa realidad, pero jugar
en el buen sentido, que no tiene
que ver con dramatizar. Se juega
con las ideas, con la posibilidad
de hacer matemática.
–¿En el colegio no se juega?
–Aunque el diseño curricular
pueda avanzar, hay que empezar
por el adulto. El punto de partida
es el adulto que dé permiso,
y se dé permiso, para que haya
ese ruido tan sano que es el juego.
Aun así, el silencio también
puede ser rico porque en una institución
donde se juega mucho a
veces hay un silencio y resulta
que se está creando la salida a un
laberinto, o un mandala.
–¿El juego también es un medio
para la convivencia?
–A medida que aparece y se empieza
a trabajar con los docentes
y directivos, se logran cosas. Conozco
casos donde se involucra
La entrevistada
Inés Moreno es profesora y licenciada
en Ciencias de la Educación por la Universidad
de Buenos Aires. Creadora y
directora general del Estudio Inés Moreno,
desde 1977 hasta la fecha: centro
especializado en la aplicación de técnicas
no convencionales en proyectos y
programas de desarrollo humano. Presidente
de la Asociación Latinoamericana
de Tiempo Libre y Recreación (ALATIR).
Es miembro del Consejo Directivo
de World Leisure Organization (WLRA),
Asociación Internacional de Tiempo Libre
y Recreación.
El punto de partida
es el adulto que dé
permiso, y se dé
permiso, para que
haya ese ruido tan
sano que es el juego.
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a los papás con juegos de escape
y se han vuelto instituciones
clave: en un secundario, los adolescentes
quieren ir a la escuela
los viernes a la noche, donde se
arman estas situaciones y van
con sus padres a jugar. Y uno
piensa “¡Qué mágico!” Es todo
un trabajo que llevan adelante
los adultos, donde transmiten
creencia y pasión. Pero también
he visto docentes que hacen una
hermosa dramatización y puesta
en escena para luego decir:
“Bueno, ahora nos sentamos y
les voy a dictar el material”. Entonces
el adolescente se cuestiona
para qué jugamos, y percibe
el juego como pérdida de tiempo
y no quiere volver a participar.
–¿Cuál es tu opinión sobre los
juegos en la era de Internet?
–En un congreso con pediatras,
hablé sobre la “tecno-adicción”.
El juego no es inocente, y el
punto sigue siendo qué se hace
después. No me tengo que quedar
tranquilo cuando un chico
está jugando. Tengo que averiguar
a qué juega, con quién juega,
cuánto tiempo, y qué le produce
ese juego. Poder compartir
con él sus experiencias y su
análisis, de modo que el juego
deje huellas en la construcción
de su subjetividad. El juego no
es inocente, insisto, porque la
fuerza del juego se utiliza tanto
para el bien como para el mal.
Pero el juego sigue siendo un
problema del adulto. Como me
contó el otro día un pediatra:
estaba atendiendo un bebé, que
de repente se pone a llorar, viene
el papá y lo consuela con el
celular. El médico lo mira, y el
padre se justifica: “Y viste, es
una droga”. También le dan a
un niño el celular para viajar, o
para que no moleste, olvidando
que el aburrimiento es una emoción
requerida para formar una
subjetividad completa, y se tapa
con la tecnología como si fuera
un chupete. Gracias al aburrihablemos
de juego II
NOTA DE TAPA
miento se puede a veces tocar
fondo y hacerse cargo del propio
tiempo y de reconocer las
propias necesidades.
–Las instancias en que los
maestros están en los recreos,
el comedor, ¿también son momentos
de juego?
–Creo que no hay recetas, hay
recursos. Si toca esperar la comida
se puede cantar una canción,
en lugar de estar gritando… Pero
tampoco el docente está preparado.
Hay instituciones que tienen
una ludoteca rodante, para grupos
de chicos de distintas edades.
Se sabe muy poco de los
espacios de juego como medio o
herramienta sin la necesidad de
una permanente conducción. ¡Se
podría hacer tanto! Nuestras cabezas
se tienen que abrir. Cuando
el adulto tome conciencia de
esta realidad, dejará de pedir
cien veces silencio, verá la posibilidad
de acompañar a los chicos
y, a veces, jugar con ellos. nH