LA ENFERMEDAD DEL TIEMPO
ANTICIPO del libro «RECREACIÓN – Tomo 2» escrito por la Por. Inés Moreno – (de pronta aparición)
La enfermedad del tiempo
En el libro «Todos Tenemos Tiempo, señalé que el modo de utilizar el tiempo constituye un rasgo que marca los grados de salud-enfermedad de una persona.
Al ubicar al tiempo fuera de las personas nos hemos convertido en sus esclavos, sin medir las consecuencias.
En 1982 el médico estadounidense Larry Dossey empleó «enfermedad del tiempo» para denominar la creencia obsesiva de que «el tiempo se aleja, no lo hay en suficiente cantidad y se debe pedalear cada vez más rápido para mantenerse vivo». Estrés, insomnio, hipertensión, problemas gastrointestinales, son algunos síntomas clínicos -cuando aparecen- del agotamiento que provoca este modo de vida.
En Japón existe la llamada «muerte por exceso de trabajo». Las conductas extremas para alimentar la adrenalina también están presentes en las actividades físicas o deportes arriesgados o extremos, generando un círculo vicioso, difícil de prescindir. Los estimulantes forman parte necesaria del circuito, diferentes substancias «colaboran» para que la persona permanezca en el proceso adictivo.
La velocidad que se promueve en el «hacer» laboral se transfiere a todas las conductas, incluyendo las actividades del tiempo no estructurado. Los encuentros con amigos tienden a ser fugaces y menores, las conversaciones y diálogos carecen de palabras y en ocasiones son reducidas a códigos monosilábicos de la comunicación tecnológica. Las actitudes y emociones también expresan la enfermedad de la aceleración. La impaciencia y la falta de escucha pueden resultar «normales» en la media de sujetos atravesados por el apuro personal, siempre justificado culturalmente.
Se acopla en este análisis los aspectos ya señalados en las páginas destinadas al cambio en el mundo laboral.
La velocidad se apoderó de los ritmos biológicos, buscando equiparar la cultura del ordenador que opera en niveles de tiempo de nonasegundos, incrementando la impaciencia de los trabajadores. Las dificultades en las interacciones humanas más lentas se tornan intolerables y constituyen fuente de conflicto.
Buena parte de los síntomas de la época dan cuenta de la aparición de dolencias y sufrimientos que se construyen en torno al alejamiento de las personas del tiempo. El tiempo se encuentra dentro de cada persona, de modo tal que la elección de acción para cada instante de nuestra vida nos coloca en protagonistas de nuestro destino.
A pesar de todos los condicionamientos somos personas capaces de pilotear nuestra vida. Se trata de buscar equilibrio en un contexto altamente desequilibrado para trabajar y vivir en escala humana.
Este logro es resultado de un proceso personal que requiere entrenamiento. No resulta fácil esquivar las noticias, el ruido, los embotellamientos, la competitividad, entre tantos estímulos que alimentan el estrés. El foco no se encuentra en combatir el estímulo de nuestra afección sino modificar el lugar en que nos colocamos frente a él.
Estamos prisioneros de una idea de tiempo monocrónico y lineal, que marca desde los calendarios el «debe ser». Esta actitud consciente o no, es enfermante, pues nos convertimos en objetos de una sociedad en cambio. Asumir el tiempo como propio nos transforma en el hacer, pero también en el pensar y sentir, permitiendo el «darse cuenta» de todas nuestras fortalezas para estar en plenitud.»